De Tech Lead en Londres a padre en España: lo que nadie te cuenta sobre reinventarte (y criar a tus peques en el proceso)

A veces pienso que 2019 fue ayer, el día en el que mi mujer me dio la noticia de que tendríamos un bebé.

2019: Un año de proyectos, ilusión y cautela

En aquel momento la vida profesional nos sonreía de oreja a oreja.

Yo llevaba poco más de un año como Tech Lead en mi empresa y sentía como iban tomando forma proyectos interesantes, a la vez que se complicaba la labor como desarrollador puro, ya que el rol tenía buena parte de coordinación de equipos, codo con codo con mi querido Product Manager, Saad. Él tenía dos hijas ya mayores y parecía tener todo siempre bajo control. Pero eso es tema para otra entrada.

Mi mujer estaba ilusionadísima con un proyecto de bio física con el que llevaba entre manos un paper que parecía tener muy buena acogida gracias a sus ideas y la tecnología puntera, optical tweezers de última generación, que había usado para sacarlo adelante, manipulando átomos directamente para entender su esctructura física y como permanecen cohesionados.

La noticia del embarazo la tomamos con precaución, nuestro «modus operandi». No queríamos volvernos a ilusionar, ya que estos son largos y nadie te asegura que el proceso vaya a salir bien. Quizás por eso no éramos conscientes del mega cambio que se nos venía encima. El mundo tampoco era consciente.

Cuando llegó la pandemia bajo el brazo

Se dice que los niños vienen con un pan debajo del brazo, el nuestro vino con una Pandemia. El día de su nacimiento la OMS nombraba al Coronavirus Pandemia Global y tuve suerte de ser de los últimos padres en Reino Unido en poder atender al parto. ¡Qué suerte tuve y qué poco consciente era!

Aquella primera noche fue un aviso para navegantes. Se habían acabado las comodidades y no había manera «indirecta» más clara de comunicárnolos.

El mundo se volvió una burbuja y estoy seguro de que la humanidad salió diferente de aquellos días de aislamiento. Ya no mentalmente más fuertes, sino diferentes. Otro día os cuento más de esto desde el punto de vista científico.

Mudanza y reinvención profesional en tiempos revueltos

Al poco tiempo acepté un contrato que me permitiría trabajar desde España y pensamos que era una gran oportunidad. Era un reto grande, porque había muchas cosas nuevas en el rol que tomé, pero esperaba salir más fuerte. Y como con la Pandemia, no sé si salí más fuerte, pero sí diferente. También el contrato salió diferente a como esperaba, acabó pronto, a los seis meses. Se me cayó el mundo al suelo. Recuerdo leerle a mi hijo un libro sobre «Un papá genial» para su cumpleaños, al poquito de haber perdido el trabajo y no sé si sentía miedo, tristeza, vergüenza o todo junto, pero lel nudo en la garganta era tan fuerte como la sal de esas lágrimas que saboreaba mientras le leía a mi peque el libro que mi mujer había comprado para animarme.

Cerca del mar, como estábamos, pasamos 6 meses más unidos que nunca, con momentos duros también con mi familia que nos iban haciendo redibujar nuestro futuro sin saber cómo terminaría el cuadro. Al final pusimos rumbo a Córdoba, un lugar a medio camino de ambas familias y que ambos sentíamos un buen destino.

Dos hijos, una nueva realidad y muchos malabares

Yo seguí con proyectos a distancia: una web por aquí, un proyecto de Start-up por allá y una hija que vino «pa la Feria» de Mayo. Entre tanto mi mujer se reincorporó a su vida laboral y desde ahí entramos ya en el siguiente nivel de paternidad. Ese primer año tuve reuniones con ella en brazos y muteados, la cuidé tanto como pude, pero sin la atención que le había podido dar al mayor ese primer año. Cuando repetía lo mismo que me había funcionado antes, no parecía atraer su atención de la misma manera, pero ambos estábamos muy conectados y estuvimos genial el uno con la otra.

Estos dos años y medio de horarios flexibles, trabajo a distancia incluso cuando era con clientes locales, han pasado factura. Posiblemente sin haber sido padre podría haber creado unas redes a mi alrededor que me habrían hecho paliar parte de esas inquietudes, estrés y dudas que se generaban. Unos fantasmas cada vez más grandes que parecían venir a culparme por todas las decisiones en las que no elegí tener una estabilidad laboral como mi única prioridad antes de ser padre.

Equilibrios sin red: de Tech Lead a papá multitarea

Mi hijo quiere ser papá, le encanta jugar a llevar a sus hijos al coche, a irse a trabajar de programador y volver a preparar comida para la familia. Siempre con su móvil sin batería de un lado a otro mientras lleva el carrito con su bebé y otros «pingos» para el parque. Ese soy yo ahora, o al menos así me ve la gente con la que paso más tiempo. Esa visión ahuyenta un poco a los malos pensamientos.

Vamos sin red, ni la familiar ni la de circo, haciendo equilibrios, tanto con el carrito cada mañana por las estrechas aceras del centro de Córdoba, como cuando un virus nos desarma a mi mujer o a mi y los peques nos hacen un dos contra uno. Pero, incluso en esos días donde ya no eres tú, sino una versión zombie que tira pa’lante, todo va saliendo. Los peques terminan dándote un respiro como si supiesen hasta donde se puede presionar. Eso o es que hay momentos que se ven peor desde fuera y desde dentro pasan mal pero rápido. Todo puede ser.

Mientras escribo esto los tengo jugando juntos detrás mío, llamándome y aceptando que tengo que trabajar. El cuarto luce como cuando en las películas lo registran en busca del microchip escondido debajo del sofá. Pero no me queda otra que verlo como una oportunidad para pasar más rato con ellos y enseñarles donde va cada cosa. No es que sea más fuerte, es que soy alguien diferente.

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