Proyecto SILICE: como entré en ciencia pasados los 40

Tras una vida laboral dividida entre el emprendimiento y la empresa privada, habiendo pasado por diferentes roles pero sin ningún objetivo claro, más allá de ir disfrutando lo que hacía en cada momento, pasé la barrera de los 40 sin un trabajo fijo con el que ver el futuro algo más tranquilo.

Una oportunidad inesperada

Un día llegó mi mujer en forma de mensaje de Whatsapp y me pasó información sobre las becas Momentum. Por lo visto había plazas en Córdoba y una en la que parecía encajar mi perfil. Un contrato de 4 años, cerca de casa y del colegio de los peques, había incluido un plan de formación importante, en una institución como el CSIC, todo parecía interesante. Se pedía hablar de manera fluída el inglés, algo en lo que seguro que podía tener una ventaja tras los 10 años viviendo Londres, pensé. Todo encajaba y de paso lo usé como excusa para intentar cambiar de aires y buscar trabajar por cuenta ajena otra vez.

Luchando con la burocracia

Me puse con el papeleo, algo que me suele quitar las ganas de continuar, pero me servía para actualizar todo y si no salía ya lo tendría listo para proseguir buscando trabajo.

Lo primero que hice, tal y como aconsejaban en la documentación, fue contactar con el IP del proyecto, José Luis Ortega Priego, para ver si no era yo el único que le veía cierto parecido a mi perfil con el que se andaba buscando y me respondió animándome a presentarme, lo que celebré con una gran sonrisa.

Tuve que recopilar la vida laboral de UK, para lo que recibí la ayuda inestimable de la mujer que me atendió por teléfono y me recomendó mandarle la información a alguien que viviese en Londres todavía. La info que pedí a España fue denegada al mes, ya fuera de plazo casi, porque no se podía pedir desde fuera de UK.

Recopilé mi título Universitario, de máster, la convalidación del título a nivel Europeo, busqué mis contratos laborales que pudiesen demostrar experiencia en el campo científico y tocó esperar.

Podría haber buscado otra cosa entre medias, pero quería que saliese esta oportunidad, cada día que pasaba lo quería más, pero sólo quedaba esperar a la resolución.

Dudas y fantasmas en la espera

En este punto ya sabes lo que pasó, pero en ese momento, cuando salió la primera lista, yo no tenía ni idea y de hecho las noticias no eran buenas, tampoco desastrosas. Mi CV no tenía apenas puntos para la plaza, lo bueno es que no estábamos mucha gente y que nadie parecía tener una ventaja irremontable, aunque yo creía, en ese momento, que ahí concluía mi aventura.

Tu cerebro puede llegar a ser tu peor enemigo si se lo propone, y la ilusión que tenía, aún con mis bajas expectativas, se transformó en dudas sobre TODA mi vida. Todas las decisiones que había tomado eran «la equivocada». Y ya no solo a nivel laboral, sino con las amistades, familia, todo, «todo mal». Afortunadamente eso sólo era por las noches, por el día tenía cosas que hacer.

Entrevista y «lucky outfit»

Al poco recibí un email diciendo que tenía cita para una entrevista de cara a la plaza convocada. Menuda alegría me llevé, podría haber una oportunidad de optar a la beca. Game on!

Recuerdo que fuimos a comprar ropa específica para ese día, el «lucky outfit» dijimos. No me gusta mucho comprar ropa, si no me la tuviese que comprar no importaría llevar ropa diferente cada día, pero el hecho de ir a comprarla con todo lo que implica, mantiene mi billetera a salvo. Pero si mi mujer insistía, había que confiar en su criterio. Ella me había dado a conocer la oportunidad y no quería que si me volvían a perseguir fantasmas recordar «la mala decisión» de no haber comprado el «lucky outfit», el método científico me había demostrado que mi cerebro así me lo haría saber en el momento menos oportuno. Así que salí vestido para el gran día.

Un paseo por el Guadalquivir para llegar al IESA, un sol apacible de otoño, mi «lucky outfit», y una entrevista personal de la que salí contento y con la sensación de haberme enrollado demasiado. Mis ganas de conseguir el puesto habían subido y mis opciones de influir en la decisión habían acabado.

Resolución final

Unos días más tarde, recibí un email anunciando las listas en las que mi nombre aparecía en primera posición. Todo parecía indicar que me habían elegido y que trabajaría en el proyecto SILICE: Un buscador de la producción científica nacional, con indicadores novedosos y basado en Open Access. Un proyecto que me acerca a la Ciencia en España, un lugar donde mi espíritu curioso tenía tantas de ganas de entrar y ahora podría explorar de pleno.

Conclusión: Nunca es tarde para reinventarse

En resumen, la edad no debería ser un impedimento real para cambiar de campo, de carrera o de nada. Dar el primer paso cuesta y es ahí donde nuestras dudas por el qué dirán, el pensar que no somos suficiente, etc suponen el mayor desafío. Obviamente si el cambio es muy radical requerirá de un plan más elaborado, de un tiempo para desarrollarlo y, lo más importante, una manera de medir si nuestro progreso nos está acercando al objetivo al ritmo adecuado, para si no lo hace reevaluar el plan y las prioridades. Entiendo que mi manera de entrar aquí no necesitó de ese plan específico por mi carrera profesional anterior, pero como me parece un tema interesante, os traeré un mejor ejemplo más concreto de ello en otro post. Mi objetivo en 4 años es poder aplicar la inteligencia artificial allá donde la necesite para automatizar el flujo de trabajo de la gente dedicada a la Ciencia y para eso tengo que formarme. Además de mejorar en mis capacidades de análisis de datos, que sirvan para enriquecer el trabajo científico de las personas a mi alrededor. Iré recibiendo formación sobre ello gracias al programa Momentum por lo que no me van a faltar ejemplos de aprendizaje de aquí en adelante y será un placer compartirlo por aquí.

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